Está claro que a los partidos de fútbol los ganan, empatan y pierden los jugadores. Y anoche, por más de que se hable del penal cobrado por Ramiro López, ante una mano casual de Franco Sbuttoni desde el piso, Atlético le entregó el triunfo a Central Córdoba.
Se lo regaló porque le concedió al que era último de la tabla la posibilidad de sacar la nariz del lodo cuando debió hacer lo contrario. Atlético debió acribillar con goles a “CC” pero cuando logró sacar la ventaja, un sabroso 2-0 con casi 20 minutos del complemento cepillados, se entregó la desgracia.
En una cancha donde la pelota parecía tener vida propia, y pasado un primer tiempo en el que el “decano” tuvo las situaciones más claras, entró en conocimiento de que en ese campo minado todavía podía haber vida con el balón al ras del piso. Y así fue como empezó a acorralar al dueño de casa.
Con dos toques, tres a lo sumo, y luego descargar rápido para el toque sorpresa. De un lujo llegó el 1-0. Hubo un taco de Guillermo Acosta a Emanuel Molina, pero el balón siguió a Leandro Díaz, que no falló. Gol. Y casi sin darle respiro al dueño de casa, una ONG sin fines de lucro en defensa por las licencias que concedía, Leandro González, después de un gran cambio de frente de Juan Martín Imbert, ponía el 2-0 con un toque cruzado.
Era el partido que Atlético buscaba. Ese Atlético ganador que alcanzaba a Santamarina en la tabla (juega hoy). Ese Atlético preciso quedaba a dos puntos del derrotado Patronato. Era la noche perfecta, hasta que algo pasó.
Miguel Julio se fue (golpeado), entró Rodrigo Mieres y el “decano” regaló el medio. Reforzó la pared central, sí, pero al liberar la aduana Central Córdoba lo bombardeó. Y para colmo de males, Matías Pato Ríos entró iluminadísimo. Centro de derecha izquierda y gol de Javier Ferreyra. Tiro libre recto, cabezazo y remate al voleo cruzado de Pato Ríos. Y por último, pase largo y zambullida de Sbuttoni que toca el balón. López entendió que no era casual y Ferreyra mató a Atlético cuando debió ser al revés.